La importancia de la música en el tejido de las historias. Cine y sonidos, el ensamblaje perfecto

Los miembros de OINOZ siempre hemos sido amantes del cine. No sé si sabéis que hubo un tiempo, entre finales del siglo XIX y finales de los maravillosos años 20 de la pasada centuria, en el que el cine mudo se abrió paso, porque no era sencillo con los medios técnicos de la época casar sonido e imagen. Pero el reto estaba ahí. Y siempre hay que buscar soluciones para que beneficien al conjunto de la sociedad.

Por ese empeño de científicos locos, de apasionados de lo que hacían -no hay nada mejor en esta vida que unir pasión y profesión- se tumbó aquella limitación técnica. De hecho, el panorama cambia para siempre cuando una película musical como The Jazz singer sorprende a un mundo al que todavía era fácil sorprender. Porque, frente a el dicho repetido hasta la saciedad, no todo está inventado. Un sonido primigenio, aunque sólo parcial, asomaba del celuloide, lo que suponía un adelanto tal que surge una nueva manera de entender el séptimo arte. Aquella película, que introdujo el audio alineado a la imagen, partía de un gran éxito teatral en Broadway, por cierto. Y es que, la música ha tenido un papel esencial en la historia del cine. Y el cine ha representado un complemento perfecto en la vida de la inmensa mayoría de quienes hoy en día pisamos la tierra.

Es tal la importancia de la música -y por ende del sonido– en cualquier producción audiovisual que constituye, de hecho, uno de los elementos técnicos que mayor cuidado requiere, entre los múltiples detalles que conforman una obra de esas características.

 

Una enseñanza informal

Puede sonar jocoso, pero uno de los programas de mayor éxito de finales de los 90 y principios de los 2000 en la televisión española fue El Informal, que presentaban Javier Capitán y Florentino Fernández. Aquel espacio demostraba perfectamente la importancia del sonido, de los diálogos, de la música… Y lo hacía a partir de una sección cómica en la que se separaba el audio y la imagen en escenas conocidas de películas y series de éxito. Uno podía detectar, claramente, sin ser un experto en la materia, que sin el audio original el cuento cambiaba. Aquel formato simpático tenía un trasfondo mucho más interesante de lo que podía parecer el ofrecimiento del entretenimiento que forma la cúspide del relato comunicacional. Además de entretener, formaba. A un servidor, al menos, lo hizo.

Florentino Fernández era capaz de imitar el sonido de una puerta con sus bisagras oxidadas, o Miki Nadal, otro colaborador del programa, convertirse en El Chuache, esto es, Arnold Schwarzenegger convertido en maño.

 

La música orquestal, una inyección de sentido

Pese a que, durante siglos, los diferentes artes -ya hemos hablado en alguna entrada de ellos- fueron ganando terreno y obras destacadas, el siglo XX constituye una explosión absoluta de creatividad en las diferentes disciplinas. Así, el cine se convierte en una excelente plataforma para difundir creaciones de grandes compositores y directores de orquestas. Es el caso de John Williams, de Ennio Morricone, de James Horner, de Henry Mancini, de Hans Zimmer, de Trevor Jones, de John Barry, de Nicola Piovani o de Danny Elfman, entre otros muchos. Todos ellos supieron dar forma a la música de películas como La guerra de las galaxias, Cinema Paradiso, Titanic, La pantera rosa, El caballero oscuro, El último mohicano, Bailando con lobos, La vida es bella o Eduardo Manostijeras.

 

 

 

 

 

 

 

Hemos hecho este sencillo recorrido para mostrarte lo realmente importante que ha sido la música para engrandecer a muchas películas. Algunas de ellas, cierto es, obras maestras, pero otras con tramas más bien sencillas, pero que quedaban elevadas a la categoría de filmes de interés, en buena parte, como consecuencia de un acompañamiento musical de altura.

 

El vídeo no mató a la radio

Hablamos por tanto, de la relevancia que tiene la música y que se hace patente en muchísimas filmografías. Pero podríamos poner un ejemplo en sentido inverso. Deshacer esta teoría con la contraria, para demostrar que, efectivamente, es válida.

El vídeo se utilizaba para vender música. Los videoclips de las dos siguientes décadas -en especial- se erigieron en auténticos reclamos para los jóvenes de medio mundo, en la edad dorada de este canal que, poco a poco, fue derivando en otros formatos televisivos más encaminados hacia los dating shows y banalidades similares.

Pero, en ese tiempo fueron muchos los artistas que pudieron lucir palmito, melena o grandes melodías, acompañados por en ocasiones costosas producciones -es recordado, por ejemplo el caso del videoclip Black or white de Michael Jackson -quien años atrás había sorprendido al mundo con el cortometraje de Thriller-, o November Rain, de Guns N’ Roses. En otros casos, bastaba con buscar el modelo de turno o la chica guapa de pasarela (o la hija del cantante), poner unas cuantas poses y destrozar registros como por ejemplo ocurrió con la trilogía Crazy, Crying y Amazing, del disco Get a grip de los chicos malos de Boston, Aerosmith.

 

Una historia singular con ramificaciones radiofónicas

Y es que, la historia inicial de MTV fue una historia de éxito empresarial. Y de jugosos beneficios. El 1 de agosto de 1981, es decir, hace cuarenta años, se emitía el primer vídeo en el canal televisivo Music Television (sí, MTV) del todopoderoso conglomerado mediático Warner, que emitía vía satélite -esto seguramente le suene extraño a más de uno, ¡buscad en internet!-. El extracto elegido era Video killed the radio star, de The Buggles, una premonición que, por fortuna, no se cumplió.

 

 

Aunque la radio no ha calado entre una serie de generaciones más jóvenes, la realidad es que los podcasts están despertando su interés hacia uno de los medios de comunicación clásico y de mayor fuerza del último siglo largo. De hecho, hay que señalar que muchos jóvenes están descubriendo a grandes comunicadores a partir de acciones paralelas a su trabajo en emisoras convencionales, en podcasts, que se pueden localizar en las principales plataformas de streaming. En esos repositorios pueden encontrarse, además, oportunidades increíbles para conocer mejor artes, actualidad, política o disciplinas como todo lo relacionado con el vino. Algo que nuestro compadre winelover Roberto Sanz junto a su banda, pilota en el espacio La esencia del vino puede escucharse cada 15 días en Ivoox, Spotify, Apple Podcast y Google Podcast.

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