Juglares territoriales para glosar las calles de España

Los componentes de Oinoz, que siempre que hemos tenido ocasión hemos sacado a relucir nuestro lado romántico, gustamos de canciones melancólicas en inglés tanto como en castellano, y, de vez en cuando, hacemos por traducir sus letras. Cada loco con su tema. Una que nos ha pegado fuerte estas últimas semanas, aunque no es precisamente nueva, tiene un título que, traducido, es algo así: Siempre recuérdanos de esa manera. Aparece en la banda sonora de Ha nacido una estrella. Habla de saque del cielo de Arizona, brillando en tus ojos. Los estadounidenses, si quieren hablarte de Hotel California, lo hacen, y además lo convierten en una de las canciones más recordadas de los años 70. O recuerdan las andanzas del recordado Hotel Chelsea. Katy Perry te compone un tema hablando de las chicas de California. De un bar de mala muerte monta un relato universal Billy Joel. Allí se pasa la vida y aprovecha para convertir esa experiencia cuasi-costumbrista en uno de los mayores éxitos del pop melódico. Sin rasgarse las vestiduras.

A los cantantes españoles les cuesta más desnudarse en sus letras. La mayoría de nosotros tenemos mayor dificultad para decir un te quiero que un te odio, un dame la mano, vayamos al fin del mundo a un si te he visto no me acuerdo. No hay muchas letras sobre el Acueducto de Segovia, la Plaza de España en Sevilla, el Monumento a Espartero en Logroño -más de 11 toneladas de bronce, por cierto-, o el anfibio más buscado por los universitarios, la rana de la Universidad de Salamanca. Sí le cantaron Víctor Manuel y Ana Belén a la madrileña Puerta de Alcalá y reventaron la banca. Los americanos, por ejemplo, si tienen a un cantante que destaca mínimamente, le ponen una calle en vida y le dedican un polideportivo.

Aquí, no. Aquí importamos productos artificiales, en los últimos años importados de la órbita del Caribe, y así, si antes había pocos, ahora los juglares territoriales escasean cada vez más. La industria musical ha pasado a ser como otras y se centra mucho más en el envoltorio que en lo que va en el interior.

En España, hay alguna excepción, es cierto. La ciudad madrileña de Leganés se puso de moda porque había quien se organizaba para robar la placa de su calle AC DC cada vez que los operarios municipales volvían a colocarla. En honor a la verdad, allí también se mojaron y denominaron Rosendo a una vía. El barrio del rock. Eso es tener visión municipal y lo demás son promesas electorales incumplidas, porque, por mucho que se tiren los trastos a la cabeza, siempre los concejales de un bando y otro -así ha sido casi desde que el mundo es mundo-, por mucho que uno diga blanco y a renglón seguido el otro diga negro, siempre hay grises y, en este caso, canciones que nos unen.

Pero volvamos con los americanos, que en eso del marketing y la comunicación son los amos del mundo desde hace décadas. En la zona del Mississippi hay innumerables museos en torno a algunos de los bluesman que marcaron el paso en los inicios de la música masiva tal como hoy la conocemos y sobre los primeros hombres del rock, que ya quisieran para sí el conjunto de países europeos. Esto, por poner un ejemplo.

Los británicos, que tienen otros defectos, le dan más a palos como la épica. Un ejemplo: ¿a ningún grupo heavy español se le ha ocurrido plasmar a modo de juglar la rica y variada historia en torno a castillos, jinetes, caballeros y demás que tenemos por aquí? Ha habido amagos y algún intento no muy afortunado, es cierto, pero el legado material ha llegado a nosotros, es cierto, aunque en muchas ocasiones veamos castillos abandonados, rutas desaprovechadas. En las reuniones post ensayo de Oinoz lo hemos comentado en más de una ocasión: somos expertos en perder oportunidades. Los ejemplos son múltiples. Sí, porque cualquiera de esos lugares sería motivo de epopeya para más de un estribillo de grupos al estilo Iron Maiden.

Pensamos que no vende en nuestro contexto, en el que parece mucho mejor escuchar a autores a los que en ocasiones ni se entiende, aunque hablen nuestro mismo idioma. Pero, en honor a la verdad, a pesar de que tengamos una fama ganada a pulso en torno a la fiesta y la siesta, tenemos muchísimas otras virtudes, y como el movimiento se demuestra andando, hemos transitado otras artes tal vez con mayor acierto, como la escultura o la arquitectura, a las que citábamos antes, sin olvidar la pintura, en la que somos una de las grandes potencias mundiales.

Ahora bien, estamos a tiempo de volver a conquistar corazones a partir de nuestras canciones. Al menos nosotros, lo seguiremos intentando.

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