Vino, alegría y buena vecindad: ¡Regala vino a tu vecino!

Hoy nos hemos juntado los miembros del grupo para hablaros de vino, alegría y buena vecindad, así como suena.

Como sabéis, a los OINOZCrianza, Verdejo y Claude Gros- nos gusta la buena vecindad, la fiesta sana y la amistad, por encima de cualquier cosa. Pero, hemos de reconocer que, como muchos de vosotros – ¡seguro! -, también fuimos más jóvenes e, igual que vosotros, tuvimos alguna que otra regañina por subir el volumen del equipo de música más de lo debido.

Hay que decir que, en ningún momento recibimos la visita de los agentes del orden, porque cuando llamaban a la puerta sí hacíamos caso a los vecinos que, como los de casi todos, madrugaban para acudir a su puesto de trabajo. Visto con perspectiva, seguro que vosotros tuvisteis unos paisanos colindantes la mar de enrollados porque nos jugamos el corcho a que no dejaron notificación alguna a vuestros mayores… Pactos tácitos de buena vecindad.

 

Me paso el día bailando

 

Aunque la convivencia no siempre es sencilla: Alaska lo cantaba en Bailando, uno de los grandes clásicos de la llamada Movida Madrileña: Bailando, me paso el día bailando, y los vecinos mientras tanto, no paran de molestar. Si fuera una serie actual, estaríamos hablando de una distopía de los 80. En aquella época de mayor libertad tras años de dictadura, la realidad era que aquellos radiocassetes de doble pletina -que podían funcionar con pilas que pesaban más que el propio electrodoméstico- y los tocadiscos hacían las delicias en aquellas fiestas caseras, que los jóvenes llevaban a cabo en cuanto los padres afrontaban doblaban la esquina. Bueno, no tan exagerado, pero casi… ante cualquier viaje, por corto que éste fuera. ¡La de sorpresas que se llevaron muchos jóvenes cuando pensaban que los dueños del hogar tardarían más en volver y regresaron sin previo aviso! Real como la vida misma, pero, ciertamente, un argumento de más de una y de dos películas. Seguro que recuerdas alguna.

Suele ser, igualmente, argumento de filmes (sobre todo americanos) aquellas ocasiones en las que el vecino, tras golpear el techo con la escoba, timbra para que bajen el volumen de la música -eso es que no le gustaba- y finalmente acababa bailando con el anfitrión o la anfitriona. La realidad, lo aseguramos, supera en más de una ocasión a la ficción.

Una superestrella mundial, como es el canadiense Bryan Adams tituló uno de sus álbumes más exitosos Wake up the neighbours (Despertando al vecindario). En él, incluía la canción (Everything I do) I do it for you, que formaría parte de la banda sonora de la película de Robin Hood: Príncipe de los ladrones, protagonizada por Kevin Costner, en 1991. Con melodías como aquella, también queremos nosotros que nos despierten, por cierto.

 

 

Más comunicación, empatía y camaradería

Y es que en tiempos en los que somos, por lo general, más individualistas y hay tanta gente que pasa inadvertida en los rellanos de las grandes ciudades (cada vez más pobladas), para todo tipo vecindario y a las puertas de una nueva Navidad, desde OINOZ queremos reivindicar una convivencia más comunicativa y mayor camaradería. Obviamente, la buena vecindad es más llevadera que una convivencia no pacífica.

Como promulga ese nuevo anuncio de la Lotería Nacional, que desde hace años es un referente por la ilusión que genera en lo que tiene que ver con campañas publicitarias que se lanzan por estas fechas, hay que aprovechar para demostrar a quienes tenemos cerca – ¡cuánta gente vive lejos de los suyos la mayor parte del año! – que realmente los apreciamos, o al menos los tenemos presentes, y, por qué no, regalarles un buen vino.

Seguro que lo agradecerán. Sí, porque agasajar con un buen vino es sinónimo de amistad y aprecio. De alegría y hermanamiento. ¿Qué solemos llevar a la cena con unos amigos cuando no sabemos qué detalle tener? La mejor botella que tenemos a mano, ¿verdad? Seguro que un Matarromera de nuestros primos de la Ribera del Duero…

 

Descorcha esa botella

Lo cierto es que nunca se sabe cuándo va a hacer falta que un vecino te abra la puerta cuando llegas con las bolsas de la compra, te ayude con cualquier problema o recoja ese paquete urgente que el repartidor ya iba a devolver al camión cuando tú te encuentras fuera, pero el dueño del piso contiguo dice, en tono condescendiente… ¡Anda, déjalo aquí!

De manera que… descorcha esa botella, saca esas copas que tienes guardadas al final del mueble acristalado del salón y sonríe a ese vecino que no te espera cuando estás llegando al ascensor. Él se lo pierde. Que vea que tu sonrisa es más amplia que la que lucía siempre Georgie Dann en cualquiera de sus incontables grandes éxitos. Descanse en paz, por cierto, el que -no hay pruebas, pero ponemos la mano en el fuego por ello- fue un gran vecino, pese a que cada verano algunos le temían…

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